viernes, 25 de julio de 2014

Capítulo 3

Mileya se despertó cuanto hacía rato que había amanecido. Se quitó el camisón y se puso un vestido azul que le gustaba mucho. Se miró al espejo. Obsevó su pelo, liso y de color castaño claro salpicado de unas mechas azules con las que no había nacido. Recordó con una sonrisa traviesa cómo se había hecho esas mechas. Sucedió cuando estaba practicando magia en el jardín. Ella era una maga de hielo, es decir, que tenía el poder para controlar el agua, pero más débil. Sus padres tenían el poder del fuego, al igual que su hermano mayor, y Selim tenía el poder del agua, por lo que, a pesar de la diferencia de edad, era más poderoso que ella. Estaba intentando levantar el agua del estanque. Como siempre, su mente volaba lejos de allí, soñando con Lucas o con cualquier otra cosa cuando, de improviso, su magia se descontroló y el agua, en vez de flotar en el aire, se transformó en hielo y la golpeó con una fuerza que le hizo perder el sentido. Se despertó en su cama, rodeada de su hermano pequeño y de algunos criados. Le contaron que Selim se la había encontrado tirada en el suelo, rodeada de un torbellino de agua y hielo. Le contaron que Selim había gritado y había llamado a los criados, y que entre todos habían conseguido sacarla de allí, meterla en su cama y cubrirla de mantas, en vista de que tiritaba de frío. Mileya había tardado un par de horas en entrar en calor y salir de su habitación, y pronto todos se fijaron en aquellas insólitas mechas azules, única secuela que le quedaría de aquel mágico accidente. Nadie sabía por qué le habían salido aquellas mechas, lo cual era muy misterioso. Pero, sin duda, lo más misterioso de todo era que se suponía que Mileya no tenía ese poder. Ella era una maga de hielo, por lo tanto, no tenía tanto poder como para hacer lo que había hecho. Ese poder era el de una maga de agua, y bastante poderosa. Mileya se miró las manos, preguntándose si de verdad tenía ese poder en su interior, esperando el momento apropiado para salir y demostrar que estaba allí, y que no pensaba marcharse nunca. Recordó con una sonrisa el mote con el que todavía le llamaba alguna gente desde aquel día: indomable.

2 comentarios:

  1. Estás creando un personaje, Mileya, precioso. Y esa forma de contar su historia, con ella frente al espejo, a partir de la descripción de su pelo, me gusta. Un beso a la escritora

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